Usted se cuida al comer, dentro de lo posible, pero a veces la sensación de hambre sin fin es incontrolable. ¿Le suena familiar?
En Chile, aproximadamente un millón de personas sufren algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria a lo largo de su vida, según datos recientes. Dentro de este grupo, el trastorno por atracón (TPA) destaca como uno de los más frecuentes, afectando a cerca del 3% de la población, cifra similar a la reportada en Estados Unidos por el Instituto Nacional de Salud Mental.
A pesar de su prevalencia, el TPA continúa siendo un trastorno poco reconocido. Esto se debe, en parte, a que fue incluido oficialmente en el DSM-5 recién en 2013, lo que limitó su visibilidad en el ámbito clínico y científico. «A diferencia de otros trastornos alimentarios, como la bulimia nerviosa, el TPA no implica conductas compensatorias como vomitar o ejercitarse en exceso. Esto lo convierte en un problema difícil de identificar, ya que las personas que lo padecen pueden tener un peso normal, sobrepeso u obesidad», explica Chris Pefaur, nutricionista del laboratorio Nutrapharm.
El TPA se caracteriza por episodios en los que una persona consume grandes cantidades de alimentos en un corto periodo, acompañados de una sensación de pérdida de control. Estos episodios no están relacionados con hambre física, sino con factores emocionales, lo que suele llevar a sentimientos de culpa, vergüenza y angustia después de comer.
Los episodios de atracón suelen incluir alimentos ultraprocesados como snacks, dulces y comidas rápidas. Estos productos están diseñados para ser altamente palatables, activando la liberación de dopamina en el cerebro, lo que genera un deseo de consumirlos compulsivamente. «La combinación de lo sabroso, lo fácil de conseguir y la energía rápida que proporcionan estos alimentos es un factor clave en los episodios de atracón», señala Pefaur.
Además, las restricciones alimenticias suelen agravar el trastorno. La privación de ciertos alimentos incrementa el estrés, la ansiedad y el deseo de comer en exceso. Según la evidencia científica, los ciclos de restricción y atracón no solo perpetúan el trastorno, sino que también afectan las hormonas que regulan el hambre y la saciedad.
Una lucha silenciosa en Chile
En Chile, el TPA afecta principalmente a jóvenes de entre 18 y 21 años, aunque puede aparecer a cualquier edad. A menudo, las personas que lo padecen comen a escondidas, sienten que no tienen control sobre su conducta alimentaria y experimentan cambios emocionales como ansiedad o depresión.
Este trastorno ha sido históricamente menos reconocido que otros, como la anorexia o la bulimia, debido a que no siempre presenta síntomas físicos evidentes. «El estigma asociado al peso y la alimentación lleva a que los atracones se interpreten erróneamente como falta de autocontrol, cuando en realidad son un problema de salud mental», agrega la nutricionista.
Algunas señales que podrían indicar la presencia de este trastorno incluyen:
- Comer grandes cantidades de comida en poco tiempo, incluso sin hambre.
- Sensación de pérdida de control al comer.
- Comer solo o a escondidas.
- Sentirse deprimido, culpable o avergonzado después de un episodio.
- Comer muy rápido o hasta sentirse incómodamente lleno.
Es fundamental buscar ayuda profesional si se identifican estos síntomas, ya que el tratamiento temprano puede marcar la diferencia.
El enfoque para tratar el TPA debe alejarse del peso-centrismo y enfocarse en una alimentación sana y flexible. Según los especialistas, las dietas restrictivas sólo perpetúan el problema. «El objetivo no es perder peso, sino promover una relación saludable con la comida y abordar las emociones subyacentes que desencadenan los episodios de atracón», concluye Pefaur.
Opciones naturales como Okrafit y Grelix pueden ser aliados en el camino hacia un peso saludable y una mejor calidad de vida, al contribuir a un metabolismo equilibrado. «El objetivo no es solo perder peso, sino construir un cuerpo metabólicamente sano y promover el bienestar emocional», concluye Pefaur. En este sentido, es vital sensibilizar a la sociedad y al sistema de salud en torno a este trastorno, con el objetivo de eliminar el estigma y proporcionando un tratamiento integral.