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La reelección del presidente Donald Trump en Estados Unidos ha reavivado los temores —y, en algunos sectores, las esperanzas— de que la globalización llegue a su fin y comience a retroceder. De hecho, la incertidumbre sobre las políticas comerciales futuras ha alcanzado su nivel más alto registrado. En un entorno de incertidumbre extrema, los líderes empresariales y de políticas públicas enfrentan decisiones críticas sobre cuánto depender de los vínculos internacionales para acceder a recursos clave, oportunidades de crecimiento e innovación.
Si bien los prudentes tomadores de decisiones deben tomar en serio la amenaza de la desglobalización, sería un error suponer que un retroceso significativo de la globalización es seguro, o incluso el escenario más probable en los próximos años. La globalización puede —y probablemente lo hará— sobrevivir a Trump 2.0. ¿Por qué? Consideremos seis razones:
1) Los flujos internacionales han demostrado ser altamente resilientes ante crisis recientes. Crisis como la recesión financiera global, el Brexit, la guerra comercial entre EE. UU. y China, la pandemia de COVID-19 y los conflictos en Ucrania y Gaza llevaron a muchos a declarar prematuramente el fin de la globalización. Sin embargo, no se ha observado un patrón generalizado de países o empresas reduciendo su participación en el comercio internacional para enfocarse en la producción local.
El Índice de Conectividad Global de DHL, que he colaborado en la autoría junto con mi colega Caroline Bastian de la NYU Stern School of Business, mide la actividad internacional en comparación con la nacional en cuatro áreas: comercio, capital, información y movilidad de personas. Los datos muestran que la actividad global alcanzó un nuevo nivel récord en 2022 y se mantiene cerca de ese punto al día de hoy. Ninguna de estas áreas ha mostrado una tendencia sostenida de retroceso hacia la actividad nacional.
Índice de Conectividad Global de DHL: Tendencias de Profundidad
No hay garantía de que la resiliencia de los flujos internacionales se mantenga en el tiempo. Sin embargo, las tendencias recientes sugieren que los tomadores de decisiones en América Latina deben ser cautelosos ante las nuevas predicciones sobre una posible reversión de la globalización tras la reelección del presidente Trump. Las empresas y los países de la región han demostrado su capacidad para adaptarse y encontrar maneras de mantener los beneficios que ofrece la globalización.
2) EE. UU. no está liderando un movimiento de desglobalización. Durante su campaña, el presidente Trump prometió aumentar los aranceles, en diferentes grados, para todos sus socios comerciales. Si esas promesas se convierten en política, implicarían un esfuerzo por parte de EE.UU. para volverse más autosuficiente y participar menos en el comercio internacional. Sin embargo, otros países no están siguiendo el ejemplo de EE.UU. en un camino de alejamiento en el comercio global. Por el contrario, la mayoría de los países continúan viendo el crecimiento del comercio como una oportunidad clave para el desarrollo económico.
Desde las elecciones en Estados Unidos, ya hemos visto la firma del tan esperado acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur, así como la adhesión del Reino Unido al Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP).
El riesgo de un repliegue de EE.UU. en materia comercial podría, de hecho, motivar a otros países a redoblar sus esfuerzos para asegurar su acceso a otros mercados internacionales. Sin embargo, incluso si esto no ocurre, es poco probable que muchos países adopten una política de alejamiento generalizado del comercio. La razón más importante es que la mayoría de los países del mundo son pequeños.
Mientras que la búsqueda de la autosuficiencia representaría un alto costo incluso para EE.UU. (o para cualquier otra economía de gran tamaño que intentara seguir ese camino), para los países más pequeños sería imposible mantener un nivel de vida similar al actual sin el comercio internacional.
3) EE. UU. no es lo suficientemente grande como para revertir la globalización por sí solo. Actualmente, Estados Unidos representa el 13% de las importaciones y el 9% de las exportaciones globales. Si bien sus políticas comerciales pueden influir en la economía mundial, no tienen la magnitud suficiente para desmantelar el sistema comercial global.
Si EE.UU. reduce sustancialmente sus importaciones, el comercio que involucra al país no desaparecerá por completo. Parte de ese comercio, aunque no todo, sería reemplazado por un aumento del intercambio comercial entre otros países. Además, incluso sin esta redirección de los flujos comerciales, muchos países podrían compensar rápidamente las ventas perdidas en el mercado estadounidense en otros mercados.
Un análisis reciente de Simon Evenett, de IMD Business School, muestra que, incluso en el improbable y extremo escenario en el que Estados Unidos dejara de importar por completo, si los países mantienen sus actuales tasas de crecimiento en exportaciones a otros mercados, 69 países podrían recuperar totalmente las ventas perdidas en EE.UU. en un año, y 114 países lo lograrían en un plazo de cinco años.
4) La globalización va mucho más allá del comercio internacional. El presidente Trump centra su oposición a la globalización en dos áreas: el comercio internacional (especialmente las importaciones) y la inmigración. Sin embargo, la globalización abarca mucho más que solo comercio y migración. Incluye la inversión internacional, tanto por parte de empresas como de inversionistas financieros, los viajes y la educación en el extranjero, los intercambios científicos, así como el disfrutar de música, películas y gastronomía de otros países, entre muchas otras cosas.
En el ámbito de los negocios internacionales, que es mi área de investigación, es particularmente destacable cómo los países continúan atrayendo a empresas extranjeras, incentivándolas a establecer operaciones de producción en sus territorios, lo que genera empleos e introduce nuevas tecnologías.
A pesar de sus posturas anti-globalización en otros aspectos, el presidente Trump incluso ha prometido agilizar aprobaciones para atraer inversión extranjera a EE.UU. Esto no es una sorpresa, ya que la instalación de fábricas por parte de empresas extranjeras es uno de los aspectos de la globalización que cuenta con mayores niveles de apoyo público.
5) EE. UU. probablemente negociará o retrasará sus amenazas más costosas. Las negociaciones post-electorales entre el presidente Trump y los líderes de México y Canadá ya han demostrado que Trump está abriendo una serie de conversaciones con sus socios comerciales, muchas de las cuales probablemente resultarán en acuerdos que frenen o reduzcan al menos algunos de los aumentos arancelarios propuestos por EE.UU.
Una de las principales razones por las que espero que muchas de las amenazas arancelarias de EE.UU. sean moderadas o retrasadas es lo que me gusta llamar los “Tres Imposibles de la campaña de Trump”. Trump hizo campaña con la promesa de reducir las importaciones, la inmigración y la inflación. Sin embargo, recortes drásticos en las importaciones y la inmigración casi con toda certeza provocarían un aumento de la inflación, y los votantes estadounidenses acaban de demostrar cuánto detestan las altas tasas de inflación.
Como mínimo, esto sugiere que el presidente Trump ajustará el calendario y otros detalles de su agenda comercial para minimizar el impacto de los aranceles en los precios del consumidor.
6) Nunca hemos alcanzado una globalización sin restricciones. Gran parte del pánico que a menudo vemos sobre la supuesta reversión de la globalización se debe a un malentendido común sobre cuán globalizado está realmente el mundo hoy en día. Las personas tienden a creer que el mundo está mucho más globalizado de lo que realmente está, lo que les lleva a ver cada nueva barrera al intercambio internacional como una ruptura fundamental con la norma de un mundo donde la mayoría de las barreras al comercio e inversión internacional fueron eliminadas hace mucho tiempo.
La realidad es que la globalización nunca alcanzó un nivel tan avanzado. La mayor parte de la actividad empresarial sigue siendo de carácter nacional, no internacional. En 2023, solo el 21% del valor de todos los bienes y servicios producidos en el mundo se destinó a mercados extranjeros, apenas por debajo del récord histórico del 22%. Además, los flujos internacionales siguen estando fuertemente limitados por la distancia y las diferencias entre países. La actividad internacional está tres veces más regionalizada de lo que estaría en un mundo «plano» o sin fricciones. Asimismo, los negocios internacionales ya se llevan a cabo principalmente entre países con buenas relaciones. Por ejemplo, el comercio dentro de bloques de países aliados cercanos es cuatro veces mayor que el comercio entre bloques geopolíticos rivales.
Al reconocer que la globalización siempre ha estado limitada por políticas, geografía, cultura y una multitud de otros factores, resulta más fácil entender que las nuevas restricciones a los flujos internacionales no destruirán la globalización, sino que probablemente la reconfiguren. La mayoría de estas nuevas limitaciones generan cambios incrementales en las tasas de crecimiento de los flujos internacionales y en los patrones de interacción entre los países, sin provocar un colapso fundamental de la globalización.
La historia demuestra que la globalización puede revertirse. Esto ocurrió entre las dos guerras mundiales del siglo pasado. Sin embargo, una nueva fase de desglobalización está lejos de ser una certeza. Estados Unidos podría retirarse de la globalización, lo que implicaría un alto costo. Pero esto solo significaría el fin de la globalización si otros países siguieran el mismo camino, y para ellos, especialmente para los países más pequeños, los costos serían aún mayores.
En resumen, los tomadores de decisiones deben adoptar una visión equilibrada sobre el riesgo de la desglobalización. Es prudente realizar pruebas de resistencia para evaluar cómo enfrentar un escenario de desglobalización. Sin embargo, es importante tener cuidado con las estrategias de reducción de riesgos que podrían posicionar a su empresa en desventaja frente a la competencia que sigue apostando por la producción y los mercados globales.
Mientras los mercados sigan conectados—y este sigue siendo el escenario más probable—, una empresa que opte por la desglobalización mientras sus competidores no lo hacen podría poner en riesgo su posición competitiva.
Por Steven A. Altman, investigador senior y profesor asistente de investigación en la NYU Stern School of Business, también director de la Iniciativa de Globalización de DHL en el Centro de Gestión del Futuro de NYU Stern.