«Este nuevo restaurante en Tribeca sirve una de las mejores comidas con productos del mar de la ciudad, en platos engañsamente sencillos, que evocan la experiencia de zambullirse en una ola marina», dice sugerente la crítica de Hannah Goldfield, para la – posiblemente – más famosa e influyente revista cultural de los Estados Unidos.
En un artículo publicado en su web el pasado 20 mayo, que va en la edición impresa del dia 30, la crítica no escatima elogios para la chef de origen chileno, que lleva varios años haciendo carrera en el país del norte.
Bajo el título ‘Victoria Blamey Distinguishes Herself at Mena’ (Victoria Blamey se distingue en Mena) la autora habla de los inicios de Blamey como practicante en el restaurante Mugaritz en San Sebastián, donde se destacó justamente en pescados y mariscos.
Luego aterrizó en Chumley’s, una vieja taberna en el llmado West Village la que revivió con su tártaro de res y terrina de foi gras y hamburguesa de tuétano (todos platos horriblemente carnívoros). La siguiente apuesta fue el rib eye para dos en el tambien neoyorquino Gotham Bar and Grill.
Pero en Mena, a excepción de un plato con prietas, todo parece girar en torno a los mariscos, algas y productos del mar. En la carta de su restaurante, salen a flote lo mismo ostras de Massachussets y sardina de Tokio, que el muy chileno cochayuyo, quizás el alga mas consumida en esa nación latinoamericana. También hay innovaciones sobre tragos típicos americanos como el pisco y la chicha, y se habla de un postre de chocolate con avellanas chilenas, que son muy distintas a las europeas.
Lamntablemente, también se destacan los precios de Mena, que no son nada baratos: un menu de tres platos a elección sale fácilmente US$ 125 y cada plato oscila entre los US$ 18 y US$ 51, pero hey, es Manhattan, ¿no?
Aún así, la crística destaca que el lugar es poco estruendoso. «Una corriente subterránea de humildad recorre el lugar. Blamey usando una camiseta y un delantal, ayuda en la cocina, adornando cada plato ella misma. En mi primera visita al restaurante, los mozos trajeron algo que aprecia pocillos rebozantes de papas fruts a cada mesa: en realidad eran setas fritas, espolvoreadas con una mezcla de curry indio-francés vadoucan y sobre lentejas españolas que habían sido cocinadas en ragou. Que su sencillez fuera engañosa no la hizo menos aterrizada», confirma el artículo.
Si Cofibreik va a Manhattan seguramente irá al número 28 de Cortland Alley para probar y recomendar la obra de Blamey.
Puede leer el reportaje completo en este link del New Yorker.
Fotos: Twitter de CBS,