17 de noviembre de 1976. Los últimos 168 prisioneros políticos recluidos del campo Melinka -Puchuncaví fueron puestos en libertad.
La presión internacional finalmente había consiguido que la dictadura cívico militar se viese forzada a liberar los presos políticos de Puchuncavi.
Fue un momento de enorme trascendencia, pensando en el significado que la libertad tiene para cualquier ser humano más aun como en el caso de los presos políticos (PP) en este país, que permanecían indefinidamente detenidos por la famosa ley de seguridad interior del Estado.
La alegria y emotividad por el reencuentro con la familia fue enorme. Pero al mismo tiempo, el recuerdo de tantos camaradas conocidos en el transcurso del tiempo fueron asesinados o hechos desaparecer, oscureció de alguna manera esta liberación y también sembró la inseguridad frente a una nueva realidad que se abria fuera de las alambradas: que no había garantías de ningún tipo frente a esta libertad tremendamente vigilada.
Este emblemático ex campo de veraneo y posterior campo de prisioneros políticos vivió una metamorfosis que el paso del tiempo y el clima costero fueron borrando paulatinamente.
Con la creación de la Corporación de Memoria y Cultura de Puchuncavi, se inicia una etapa cuyo fin es la recuperación de la memoria y el trabajo mancomunado entre ex PP, nuevas generaciones y la comunidad de Puchuncaví.
Esta nueva situación nos hace ver un futuro enormemente positivo y de muchas perspectivas de enorme importancia para la comuna, la región y el país, porque podemos construir un testimonio de lo que fue ese horror, para que las generaciones actuales y futuras lo conozcan y valoren la democracia y los DDHH.
A continuación comparto un extracto de las memorias de Germán Larrabé, llamadas “Liberación”
«Durante la campaña para las elecciones presidenciales del año 1976 en los Estados Unidos, el candidato demócrata Jimmy Carter se distanciaba de la política de Reagan y acusaba a las dictaduras militares por las permanentes violaciones de derechos humanos.
Su amenaza era restringir la ayuda militar y las relaciones económicas con todos los regímenes dictatoriales en América del Sur. El gobierno de Pinochet estaba amenazado de un aislamiento diplomático en caso de no mostrar signos de mejoría.
A principios de noviembre Carter ganó las elecciones contra Gerald Ford y se preparaba para asumir el cargo en enero de 1977.
En un gesto de democratización para la opinión pública internacional, Pinochet decidió, de un día para otro, liberar a los detenidos por «Estado de Sitio ».
A mediados de noviembre, por la radio, nos enterábamos de la medida de amnistía y no podíamos creer que los buses llegarían al día siguiente para trasladarnos a Santiago.
Fué todo tan rápido que nadie reaccionó en forma racional.
Durante la noche antes de la liberación, sufrí el primero de varios cólicos renales. El Dr. Francisco Vielma, el chico Vielma, me injectó un calmante y en esas condiciones guardé mis cosas, agarré mi televisor, mis libros, y no sé cómo me subí al bus de carabineros.
Francisco se sentó a mi lado y yo tengo vagos recuerdos del viaje. Lo que sí noté fue el contraste con el viaje de ida. El año 74 íbamos en el suelo del bus, y los carabineros iban sentados en los asientos normales. O sea, nadie nos vio.
Ahora íbamos sentados normalmente y la guardia consistía en solamente unos pocos carabineros repartidos por el bus.
La gente de Puchuncaví salió a la calle a vernos pasar y aplaudir.«
Por Rodrigo del Villar, presidente de la Corporación de Memoria y Cultura de Puchuncaví.